Había una vez dos hermanas
princesas, Ana, aspirante a actriz, y Mía, aspirante a modelo. Eran niñas que
vivían felices: tenían amigos, la gente las apreciaba, sus familiares las
querían, pero al llegar la pubertad hubo algo que comenzó a inquietarles:
odiaban sus cuerpos, los miraban gordos. Ana engañaba a sus papás con excusas
para no comer. “No tengo hambre”. “Me duele el estómago”. “Ya comí antes de
venir”. Mía, en cambio, se atiborraba de comida, disfrutaba mientras lo hacía,
pero cinco minutos después corría al baño a vomitar. Ambas sabían lo que le
ocurría a la otra, pero ninguna hizo nada. Conforme iban creciendo las cosas
empeoraron: aun estando flaquísimas se sentían obesas. Sus vidas se fueron
separando y se volvieron esclavas de su propio reino. El tiempo pasó. El mundo
de Ana y de Mía era una fantasía que parecía realidad.
Ana y Mía vivían en un castillo,
pero angustiadas, tristes, soñando
siempre con bajar de peso.
by: angelanny
No hay comentarios.:
Publicar un comentario